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Género, estereotipos y elecciones académicas: reflexiones en el día de la mujer
27 de febrero de 2025

Por Laura Bustamante Directora del proyecto “Normas y guiones de género en las carreras de ciencias informáticas y de la computación de la ciudad de Córdoba”.
En un capítulo de la serie Los Simpson, el personaje Lisa busca en una tienda un disfraz de médica. El personal de la tienda le indica que no tienen ese disfraz, pero pueden ofrecerle uno de enfermera. Entonces, ella pide un disfraz de empresaria, y recibe una respuesta similar: no hay de empresaria, solo de secretaria.
El humor en la escena surge porque los disfraces que Lisa solicita y los que le ofrecen son prácticamente idénticos: un ambo, un traje... Mismo envase, diferente contenido. Lo que cambia es el sentido que se le asigna a cada uno. Es el significado y la razón de existir de ese disfraz lo que aporta el sujeto, en este caso, el personal de la tienda.
¿Cómo se atribuye sentido a un elemento, un evento o una práctica?
Desde las ciencias sociales, quienes estudiamos estos fenómenos bajo los conceptos de estereotipos o representaciones nos ocupamos de analizar cómo se construyen estas asignaciones de sentido. En particular, nuestro proyecto de investigación se interesa en las asociaciones entre profesión y género. La observación de datos oficiales motiva nuestras preguntas.
Según datos de la UNESCO (2019), solo alrededor del 30% de las mujeres en educación superior a nivel mundial elige disciplinas STEM (acrónimo en inglés que hace referencia a Science, Technology, Engineering and Mathematics. Ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas). La matrícula femenina es especialmente baja en tecnología, información y comunicaciones (3%). En Argentina, las mujeres representan el 58% de la población estudiantil universitaria, pero solo un tercio de quienes estudian carreras de ciencia y técnica.
En la provincia de Córdoba, el Anuario Estadístico 2020 de la Universidad Nacional de Córdoba ofrece un panorama más detallado. Mientras que el 63,21% del total de ingresantes son mujeres, en la Facultad de Ciencias Exactas este porcentaje se reduce al 38,25 %; y específicamente en la carrera de Ingeniería en Computación las mujeres representan sólo el 14,07 %.
Estas diferencias académicas impactan directamente en el mercado laboral. Las mujeres continúan siendo relegadas a actividades con menor remuneración. Por ejemplo, el salario promedio en los servicios de atención a personas mayores -donde la participación femenina es del 88%- es nueve veces menor que en el sector hidrocarburífero, donde solo el 22% de los trabajadores son mujeres.
La actitud sociológica nos invita a romper con el sentido común y desnaturalizar lo que parece dado. Como señala Zygmunt Bauman, el oficio del sociólogo es interpretar y cuestionar la realidad social. Esto implica asumir un rol crítico y reflexivo para ayudar a la sociedad a comprender los problemas que enfrenta y cuestionar estructuras que parecen inmutables.
En el caso de la desigualdad de género, no basta con abogar por la igualdad ante la ley. Las desigualdades comienzan en la socialización primaria, en interacciones cotidianas y familiares, mucho antes de que las normas se materialicen en leyes. Se naturalizan de tal manera que se convierten en parte del sentido común: “Viste que las mujeres son mejores para atender a la gente...”, se escucha con frecuencia.
Un interrogante específico surge en el seno del equipo de investigación vinculado a la elección y sostenimiento de una carrera. En los últimos años, nuestra pregunta se ha centrado en dos aspectos: el género femenino (aun aceptando la binariedad de la categoría) y las carreras STEM. Estas disciplinas tienen un doble impacto en la brecha: son las menos elegidas por las mujeres y, al mismo tiempo, las que generan mayores ingresos.
A partir de entrevistas con mujeres de trayectoria en el mundo STEM, identificamos diferentes momentos que se repiten en sus relaciones y que han funcionado como barreras en sus elecciones o continuidad académica: los juegos asignados a mujeres y varones, los “chistes” de profesores sobre la supuesta inferioridad intelectual femenina, la distribución desigual de las tareas domésticas y, sobre todo, la falta de referentes.
Las mujeres necesitan ver a otras mujeres en estos roles para imaginarse en ellos. Poder proyectarse en una posición y construir a partir de ahí un proyecto identificatorio es el primer paso en la construcción vocacional.
nos permite, en consonancia con nuestro oficio sociológico, cuestionar estructuras aparentemente naturales e inmutables. Solo así podemos planificar estrategias de intervención que contribuyan a modificar esta realidad y avanzar hacia una sociedad más equitativa.
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